viernes, 25 de mayo de 2018

¿Quién mató a Hannah Baker? fue David Lynch



CRÍTICA 
'POR TRECE RAZONES'

¿Quién mató a Hannah Baker? 
Fue David Lynch




Laura Palmer fue, antes que ninguna, el primer cadáver  convertido en protagonista de una serie de éxito televisivo. David Lynch se coronó como el genio del thriller incomprendido con la primera temporada de Twin Peaks en los años 90. Aunque, como siempre, quien ponía la pasta acabó por cargarse su compleja trama al resolver el crimen en la segunda temporada.

Sin a penas opciones de catálogo, toda una generación quedó marcada por el misterio del homicidio de aquella chica bipolar e inestable, que tanteaba con las drogas y que, de alguna manera, personificaba todos los problemas que afectaban a los jóvenes de su época. Aunque, si probáis a preguntarles, probablemente la mitad ni siquiera recuerden quién fue el sádico asesino que acabó con la vida de la dulce Laura Palmer.

Esta vez, con menos fantasía, pero sin dejar de lado las drogas, las violaciones y el acoso escolar, la que vuelve es Hannah Baker, igual de muerta que siempre, pero con más peso que nunca en esta segunda parte. 


En una especie de intento por hacer las paces con todos aquellos que criticaron en un primer momento la serie, una vez más, es la productora quien hace de las suyas para dibujar la línea en los límites de lo correcto. Una pena, que esa raya no exista en la realidad. Lo que diferenciaba a Por trece Razones del resto de series adolescentes era su humanidad y realismo, como en su momento hicieron las primeras generaciones de Skins. Era imposible estar seguro de lo que podría ocurrirle a ninguno de sus personajes.

Se hace justicia a la frase de “las segundas partes nunca fueron buenas”. La segunda temporada de Por trece razones diseña una nueva historia que no tiene sentido, porque, si fuera cierta, debería haber sidomencionada en las cintas.

Hubo gente que odió a Hannah en la primera temporada, la llamaron egoísta por hacerle eso a Clay, yo preferí el término de humana. Ahora Hannah directamente es estúpida, aparece en forma de delirio en la mente de Clay, y en los confusos flashbacks que reconstruyen los testimonios de un juicio equivocado, en el que solo se juzga al instituto, y no al violador que, como siempre, hace lo que hace por problemas con su madre.


Las drogas de Laura Palmer también aparecen, pero ahora el acoso escolar ocupa un nivel superior al que los rumores y gamberradas ocuparon en el pasado. En esta segunda temporada de Por trece razones hay algunas escenas de acoso que llegan a ser desagradables hasta para el espectador más avezado.

Desde el primer capítulo te preparan para un final que, aunque sea predecible, esperas con ansias. Sabes que va a ocurrir, no te lo dejan caer, más bien, te lo dicen a gritos. Pero no ocurre, simplemente lo solucionan de una manera muy falsa, contraria a todo lo que pasó en la primera temporada.

Muchos adultos acusaron a la serie de peligrosa por ofrecer el suicidio como una opción, cuando lo único que sus responsables buscaban fue mostrar la cara oculta del instituto y el sufrimiento real al que muchos adolescentes se enfrentan a diario. 

Está bien que hayan creado una web de ayuda para jóvenes, y que la anuncien al final de cada capítulo, pero no tiene ningún sentido que cambien el ritmo de la serie, como tampoco lo tenía realizar una segunda temporada de un único libro.


Por trece razones no es Twin Peaks, aunque su publicidad recuerde mucho a la de entonces, y algunos giros del guion se parezcan a los de Lynch, por suerte todavía no se ha añadido la etiqueta de ciencia ficción a su ficha, aunque les doy otra temporada para que pase.