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lunes, 13 de agosto de 2018

Insatiable - Netflix vuelve a atentar contra lo políticamente incorrecto

'Insaciable': 
La apuesta de Netflix por lo políticamente incorrecto


La felicidad no la da el estar delgada, pero puede contribuir a una buena venganza. La última creación de Netflix ha llegado en verano envuelta de polémica y devastada por la crítica. Sin embargo, ni todos los rumores son ciertos, ni la mitad de las críticas fiables. 

La nueva comedia ácida de Lauren Gussis, antigua guionista de Dexter, nace pisando fuerte, pero con uno de los peores capítulos piloto que hayamos podido ver nunca en una serie de este tipo (ni siquiera aquel primer capítulo alternativo de Big Bang Theory que horrorizó a su creador), aunque he de decir que a partir del segundo, no hace más que mejorar.

“Patty Bladell (Debby Ryan) es una adolescente con sobre peso cuya vida sufre un cambio radical en el momento en el que un vagabundo le rompe la mandíbula y consigue  adelgazar”. Esta es la reseña triste y superficial que ha revolucionado e indignado a todos los que han decidido ir en su contra, tal vez porque no pasaron del capítulo uno o porque resultaba más interesante caracterizarlo como un cliché frívolo e insustancial.

Debby Ryan abandona su trono Disney para pasarse al mundo de los adultos con un humor negro agresivo y violento, que nada tiene que ver con Jessie. La nueva apuesta de Netflix juega con lo absurdo de los tópicos para hacer una comedia juvenil de nueva generación. 

A la nueva Mean Girl no le valen los laxantes ni las barritas hipercalóricas como venganza, su sed de mal es insaciable, sobre todo cuando a alguien se le ocurre llamarla “gorda” o “mala persona”.

A pesar de la premisa, Insatiable es mucho más que la historia de una víctima del acoso escolar (más conocido como bullying) que resuelve su vida al adelgazar, Patty es una adolescente con mucho caracter y altamente inestable, a la que no le vale solo con estar delgada, quiere más. 

Alcanzar la felicidad es difícil cuando se es mala persona, y es que Patty no es ninguna santa, es egoísta, imperfecta y débil, como cualquier persona normal. A diferencia de la mayoría de series y películas con protagonistas femeninas, idílicamente buenas y perfectas, Ryan encarna al nuevo personaje de moda, el humano, que odia, sufre y rompe las reglas.

Desde una posesión infernal a drogas, robos, incendios y asesinatos, Patty Bladell no se priva de nada, pero como le ocurría al asesino más perturbador del mundo seriéfilo, Dexter, cada crimen está justificado, al menos para ella. Todo vale para conseguir ganar un certamen de belleza.

En una sociedad donde se relaciona directamente la delgadez con la felicidad, es hipócrita obviar el ansia de muchas niñas por ser perfectas cuando el culto al cuerpo de en sueño juega un papel tan importante en sus vidas. Cada vez son más los casos de trastorno alimenticio, como también lo son los de suicidio. Por 13 razones fue tachada de insensible por muchos adultos que se negaban a creer que lo que veían era cierto, así como ocurrió con Hasta los huesos

Insatiable no es una oda al cuerpo perfecto, retrata y critica de forma cruda aunque cuidada las inseguridades de muchas adolescentes que no se sienten a gusto con su físico, pero también la presión y los problemas que muchas de esas otras “personas perfectas” pueden llegar a tener. La belleza no es siempre la clave del éxito, e Insatiable se encarga de mostrarlo muy bien.


En resumen, ni el piloto ni el trailer hacen justicia a la serie. No es una maravilla, pero sí un buen entretenimiento veraniego para los amantes de lo absurdo y el humor negro. La estética de esta es muy parecida a la de Jane the Virgin, aunque algunos personajes como el de Alissa Milano (Embrujadas) o Dallas Roberts (Dallas Buyers Club) encrudecen todavía más su humor, recordando a otro tipo de series como Mujeres desesperadas, pues el personaje de Milano es el vivo recuerdo de Gabrielle Solis (Eva Longoria). 


Todo vale por la venganza.

viernes, 25 de mayo de 2018

¿Quién mató a Hannah Baker? fue David Lynch



CRÍTICA 
'POR TRECE RAZONES'

¿Quién mató a Hannah Baker? 
Fue David Lynch




Laura Palmer fue, antes que ninguna, el primer cadáver  convertido en protagonista de una serie de éxito televisivo. David Lynch se coronó como el genio del thriller incomprendido con la primera temporada de Twin Peaks en los años 90. Aunque, como siempre, quien ponía la pasta acabó por cargarse su compleja trama al resolver el crimen en la segunda temporada.

Sin a penas opciones de catálogo, toda una generación quedó marcada por el misterio del homicidio de aquella chica bipolar e inestable, que tanteaba con las drogas y que, de alguna manera, personificaba todos los problemas que afectaban a los jóvenes de su época. Aunque, si probáis a preguntarles, probablemente la mitad ni siquiera recuerden quién fue el sádico asesino que acabó con la vida de la dulce Laura Palmer.

Esta vez, con menos fantasía, pero sin dejar de lado las drogas, las violaciones y el acoso escolar, la que vuelve es Hannah Baker, igual de muerta que siempre, pero con más peso que nunca en esta segunda parte. 


En una especie de intento por hacer las paces con todos aquellos que criticaron en un primer momento la serie, una vez más, es la productora quien hace de las suyas para dibujar la línea en los límites de lo correcto. Una pena, que esa raya no exista en la realidad. Lo que diferenciaba a Por trece Razones del resto de series adolescentes era su humanidad y realismo, como en su momento hicieron las primeras generaciones de Skins. Era imposible estar seguro de lo que podría ocurrirle a ninguno de sus personajes.

Se hace justicia a la frase de “las segundas partes nunca fueron buenas”. La segunda temporada de Por trece razones diseña una nueva historia que no tiene sentido, porque, si fuera cierta, debería haber sidomencionada en las cintas.

Hubo gente que odió a Hannah en la primera temporada, la llamaron egoísta por hacerle eso a Clay, yo preferí el término de humana. Ahora Hannah directamente es estúpida, aparece en forma de delirio en la mente de Clay, y en los confusos flashbacks que reconstruyen los testimonios de un juicio equivocado, en el que solo se juzga al instituto, y no al violador que, como siempre, hace lo que hace por problemas con su madre.


Las drogas de Laura Palmer también aparecen, pero ahora el acoso escolar ocupa un nivel superior al que los rumores y gamberradas ocuparon en el pasado. En esta segunda temporada de Por trece razones hay algunas escenas de acoso que llegan a ser desagradables hasta para el espectador más avezado.

Desde el primer capítulo te preparan para un final que, aunque sea predecible, esperas con ansias. Sabes que va a ocurrir, no te lo dejan caer, más bien, te lo dicen a gritos. Pero no ocurre, simplemente lo solucionan de una manera muy falsa, contraria a todo lo que pasó en la primera temporada.

Muchos adultos acusaron a la serie de peligrosa por ofrecer el suicidio como una opción, cuando lo único que sus responsables buscaban fue mostrar la cara oculta del instituto y el sufrimiento real al que muchos adolescentes se enfrentan a diario. 

Está bien que hayan creado una web de ayuda para jóvenes, y que la anuncien al final de cada capítulo, pero no tiene ningún sentido que cambien el ritmo de la serie, como tampoco lo tenía realizar una segunda temporada de un único libro.


Por trece razones no es Twin Peaks, aunque su publicidad recuerde mucho a la de entonces, y algunos giros del guion se parezcan a los de Lynch, por suerte todavía no se ha añadido la etiqueta de ciencia ficción a su ficha, aunque les doy otra temporada para que pase.